viernes, 16 de octubre de 2020

¡LLEGAMOS A LA META!




     Llegó la tan ansiada recta final, no sin desafíos como era de esperarse. Con obstáculos aleccionadores y expectativas por cumplir... En esta última entrada de blog, me propongo, en primera instancia, esbozar de manera resumida algunos de los contenidos vistos y, luego, comentar un poco mi proceso para confeccionar la actividad final. 

    Como punto de partida de este tramo culminante, el módulo cinco me hizo reflexionar sobre la evaluación auténtica y sus implicaciones. Identificar esas implicaciones en la cotidianidad de mis dinámicas laborales y repensar formas de aplicar lo aprendido. En otras palabras, ver cómo puedo reconstruir mis instrumentos evaluativos a fin de intentar lograr lo que Rebeca Anijovich llama "demostración de la comprensión de saberes". 

    Un aspecto en el que pensé específicamente (siguiendo con la faceta del día a día laboral) fue en el valor de la enunciación en las consignas evaluativas. En varias oportunidades me tocó trabajar interdisciplinariamente con profesores de otras áreas y comprobé muy a mi pesar que sus quejas relacionadas con respuestas de sus alumnos tenían base en la carente adecuación comunicativa a la hora de esbozar consignas. Esa disonancia entre las intenciones del profesor y las efectivas devoluciones de los estudiantes, lamentablemente tiene raíz en la falta de planificación efectiva suficiente por parte de muchos docentes sobre lo que se pregunta y el modo en el que se ejecutan los cuestionamientos. Por esto, el concepto de diversidad cognitiva me pareció de lo más pertinente a la hora de tener presente el compromiso con el enunciado que comunica a nuestros receptores lo que intentamos que ellos ejecuten.

    A propósito de esto último, quedé muy sorprendida (y desde luego reflexiva) respecto a las ordenanzas de la UNCuyo vigentes desde el año dos mil diez. Egresé seis años más tarde a esa fecha y personalmente no recuerdo ni una evaluación que atendiera a esta diversidad cognitiva.... Por supuesto se comprende la practicidad con la que los profesores se anclan a sus prácticas "buenas y conocidas" en detrimento de las "malas por conocer". Aún así... diez años más tarde estoy segura de que la discusión no está puesta sobre la mesa de las instancias de planificación examinadoras entre muchos de los docentes a cargo de las cátedras de nuestra querida casa de estudios. Ojalá como formadores que hemos transitado este valioso recorrido reflexionemos en la conclusión que expone magistralmente Melina Furman en su charla TED cuando asevera que no pensar en el sentido de lo que el docente quiere enseñar, tiene como consecuencia que el estudiante "aprende que aprender es una actividad desapasionada".    

    Una vez abordado el tema de las evaluaciones significativas, el módulo cinco nos propuso como reto la creación de un proceso de gamificación. Leer acerca de las cosmovisión de la evaluación como instancia de juego me recordó a una charla TED que quedó grabada en mi memoria hace unos años y que justamente exponía la importancia de asociar los procesos de juego a los procesos educativos. Se titula "Los videojuegos enseñan mejor que la escuela" y la comparto a continuación para quien quiera enriquecerse con los interrogantes que deja sobre la mesa de las reflexiones. 

 


    Por una cuestión de tiempos, debí escoger la "opción B", que proponía la creación de un cuestionario en una plataforma destinada a ello. La misma me resultó de lo más intuitiva e interactiva. Ya generé varias ideas en mi mente para aplicarla con algunos de mis estudiantes, adolescentes específicamente, en temáticas que debo abordar en mis prácticas. A continuación en la imagen dejo el enlace correspondiente a la actividad solicitada. 


    Respecto al contenido del cuestionario, debí primero crear una especie de bosquejo en el que plasmar las temáticas que pudiese estructurar en la herramienta. Desde luego tuve que pensar en la "cognición" de quienes pudiesen resolver las consignas a fin de que fuese posible hacerlo de manera efectiva (lo que supone también una dinámica que sea fácil). Además, decidí integrar una instancia metacognitiva en la última entrada para añadirle valor formativo a la cuestión. 

    Finalmente, una vez que creí concretarlo, decidí analizar la extensión del cuestionario en general y borrar dos de los ítems que había colocado. La idea de este tipo de herramientas, como expuse anteriormente, es el dinamismo y me pareció que era importante reconsiderar ese aspecto en específico.

    A modo de conclusión no me queda más que agradecer el tiempo, la dedicación y sobre todo la paciencia que han ejercido los tutores de este curso para con nosotros los profesores-estudiantes que, a veces, no somos tan distintos de los alumnos típicos de secundaria (risas). Me voy con los bolsillos cognitivos llenos y con la mochila llena de pensamientos tendientes a redireccionar varias de mis estrategias formadoras actuales a fin de sacarle provecho a lo que he aprendido.   










  

miércoles, 7 de octubre de 2020

Moviendo la lupa

    


    En esta nueva entrada sobre el contenido de la unidad número cuatro, me encuentro con mis propias dicotomías metacognitivas. Coloco esta vez la lupa de análisis sobre mi propia memoria. Analizo mi trayectoria con la evaluación y las mismísimas instancias ofrecidas a mis alumnos para que desarrollen su metacognición... me cuestiono ¿la meta siempre fue que mis estudiantes se convirtieran en los dueños de su propio aprendizaje? ¿soy consciente de la cantidad de veces que implementé la evaluación de tipo holística cuando era necesario otro tipo? ¿ofrezco variedad de instrumentos evaluativos como docente-estratega que propicia el cambio? ¿puedo planificar instancias de coevaluación con mayor asiduidad?

    De lo dicho, se desprenden dos "caídas en cuenta" que puedo colocar sobre la mesa desde mi propia ejecución áulica: ser docente modeladora de manera recurrente y darle más entidad a la coevaluación. 

    En primera instancia, tal y como nos enseñaron en la formación docente de grado, "modelar" las iniciativas dentro del curso es fundamental para el aprehender. En palabras más precisas, hacer explícito el pensamiento que tenemos para repensar nuestro abordaje al conocimiento y por ende, el de nuestros educandos. 

    Modelizar es quizá la clave para incorporar el hábito metacognitivo en el marco de la evaluación formativa. Este pensamiento es el que extraigo y en el que intentaré hacer mayor hincapié de ahora en adelante... ¿Quién de nosotros no necesita un ejemplo antes de emprender en pro del cambio? 

    A propósito de esto, dejo una infografía que me parece de lo más pertinente para analizar.


  

   Por otro lado, las afirmaciones de Anijovich tocante a enseñar en un aula heterogénea, conecta justamente con la idea de ofrecer momentos de coevaluación que le permitan a los estudiantes tomar postura y ejercitar el juicio crítico entre otras capacidades que se activan en este proceso. 

    Finalmente y como consideración de cierre, puedo establecer que cada  interrogante que surge de lo que voy incorporando es un puntapié a la observación personal para proyectar nuevas actuaciones dentro de mi desempeño como formadora. Puntualmente, Graciela Cappelletti con su discurso acerca de la metacognición fue de lo más esclarecedora y concreta al referir este proceso no solo como ejercicio de reflexión sino como proceso para tomar decisiones que permitan re-orientar el curso de las acciones. Este enfoque de "monitoreo de la propia acción" a fin de revisar el recorrido es un concepto de lo más activo teniendo en cuenta los mecanismos mentales como protagonistas del cambio de rumbo de los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Se vislumbra como un verdadero desafío de práctica compleja formativa... ¿por qué no establecernos instancias obligatorias de metacognición para obligarnos a re-orientar lo que sabemos que es necesario redireccionar? Una vez que nos hayamos autodisciplinado en ello, podríamos poner en práctica las estrategias sugeridas para transmitir con eficacia...