Como a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor… ponele.
Meditando un poco en las palabras
del video propuesto de Manuel Castells y adicionando otro titulado “Escuela e
internet”, surgen más interrogantes que respuestas. Surgen desde el rol docente que me interpela desde hace diez años. Me siento como nacida al comienzo de la eclosión de la era digital y educada dentro del canon formativo tradicional. Por lo tanto, cuando el sociólogo invita a
reflexionar acerca de una realidad encabezada por un término que llegó para
quedarse: empoderamiento, presiento que mi zona de confort se resiente.
Manuel habla puntualmente de empoderamiento intelectual. Con este concepto es con el que me quedo y empiezo a desarrollar el tema de mi entrada, el desafío de intentar en los alumnos este empoderamiento intelectual a través de la tecnología y su vez, reconocer que se requiere también de un porcentaje del statu quo educativo en las aulas.
Manuel habla puntualmente de empoderamiento intelectual. Con este concepto es con el que me quedo y empiezo a desarrollar el tema de mi entrada, el desafío de intentar en los alumnos este empoderamiento intelectual a través de la tecnología y su vez, reconocer que se requiere también de un porcentaje del statu quo educativo en las aulas.
Cuando Castells analiza la
realidad y habla de la necesidad de romper con las relaciones verticales de
poder, claramente pide desmembrar un sistema que durante siglos ha funcionado y
se ha validado como eficiente. Vuelvo y repito, sistema en el que fui formada y que aprehendí durante mis años de educación universitaria. Claro está que ya no se puede seguir absolutamente
igual a como se viene trabajando hasta la actualidad; ha evolucionado la forma de interacción entre
nosotros como personas y como sociedad. La tecnología lo ha hecho posible y como
consecuencia nuestros alumnos también han sido afectados por esa "mutación" si se me permite el término. Nuestros alumnos ya no receptan la típica
clase magistral de la misma manera en que hace unas décadas atrás se hacía.
Esto de romper con las relaciones verticales de poder para que en el hecho
educativo se gesten relaciones de interacción y que esta interacción sea un
desafío para educandos y educados, realmente se ha convertido en una utopía
interesante de pensar.
Siguiendo con el planteamiento del sociólogo,
las tecnologías vienen a cumplir un rol medular. El acceso a la información
documentada en internet y la interactividad que puede ampliar el bagaje de
conocimientos de una persona, es el punto del que parte Castells para asegurar
que es imperativo que dejemos de “enseñar en analógico” y caer en cuenta de que
los alumnos viven en “la era digital”. Por esto es que asegura que “no es que
los jóvenes no quieran estudiar, es que se aburren de lo que les cuentan en
clase”. Por lo tanto, se produce en ellos una “disonancia cognitiva”, causante
de que se nos dificulte tremendamente la tarea a los profesores al percibir la
abulia y la apatía presente en nuestros alumnos, y a su vez, ellos sientan como
obligación tediosa la necesidad de concurrir a “la institución que educa”.
Ahora bien, como todo lo que
tiene sus pros y sus contras, enseñar en digital (en total concordancia con los
estímulos recibidos por nuestros jóvenes a diario), tiene sus pros y sus
contras. El sociólogo ya nombrado nos habla del concepto de “multitasking” (término
prestado de lo informático por cierto) como muy favorable. Este proceso se utilizaría
como como herramienta de una capacidad
prometedora: la recombinación. Esta capacidad es la que les permitirá a los
adultos de hoy y del mañana recombinar información para actuar en diversos
ámbitos al mismo tiempo y para gestionar la habilidad de crear. El cimiento de
la creatividad es la recombinación según Castells, y esta creatividad se
necesita en todos los ámbitos en los que se desarrolla una persona. Sin embargo,
y para nombrar el aspecto no tan feliz del multitasking, se ve afectada la
capacidad de memorizar, recurso que también es de importancia notable
independientemente del ámbito en el que se desenvuelva un sujeto.
Por lo tanto, y para condensar,
es absolutamente necesario caer en cuenta que el uso de tecnologías en la
enseñanza tiene que tener en mira favorecer al empoderamiento intelectual. Que este
empoderamiento produzca que la adquisición y búsqueda del conocimiento sean
actividades abrazadas desde la emoción y el interés. Nuestra tarea como
docentes mediadores se pone en cuestionamiento y en instancias de repensar
nuestras actividades diarias.
A su vez, y sin haber ahondado
demasiado en el tema que tiene mucha tela para cortar, es también importante
reconocer que hay capacidades que indiscutiblemente se gestan y se consolidan
desde el “aprendizaje analógico”. Por ende, y eh ahí el quid de la cuestión, el equilibrio entre lo analógico y lo digital,
quizá podría llegar a ser la clave de un cambio educativo que arroje resultados
interesantes.
Espero haber sido lo suficientemente clara y evoco al profesor Jirafales como arquetipo docente para agradecerles la atención.
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