martes, 29 de septiembre de 2020

Evidencias... nada más y nada menos

 

   
    En este módulo aprendí un poco a pensar como una investigadora (que conste en acta que dije "pensar como" y no "ser como"). Puntualmente a pensar en el cómo corroborar que los aprendizajes han sido realmente incorporados y a reflexionar en cómo dicho proceso se manifestaría en evidencias. Para esto retomo el concepto que puse sobre la mesa en la entrada anterior de este blog: cuestionamiento. Se debe necesariamente pasar por un proceso de cuestionamiento primario para sentar las bases de las tan importantes evidencias. Algunas de las preguntas que se nos sugirió tener presentes fueron:

  • ¿Qué saben los estudiantes sobre este tema?
  • ¿Qué tendría que preguntarles o pedirles que hagan para saber qué saben?
  • ¿Cómo nos damos cuenta de lo que los estudiantes saben y cómo lo saben ellos?
  • ¿Qué consignas de evaluación les proponemos para recoger información sobre sus aprendizajes?
    Todo este cuestionamiento tiene como fin el proceso más complejo y por lo tanto menos atendido a veces por todos los que somos docentes: planificar de manera eficaz nuestros instrumentos evaluativos. Generalmente nos amparamos en los clásicos de siempre que nos hacen sentir cómodos en terreno conocido. Pero justamente ahí es en donde está el desafío que rescato como aprendizaje de este módulo: no solo cuestionar, si no planificar concienzudamente el camino de la evaluación.

    Tal y como un detective planea sus pasos para encontrar evidencias que  lo lleven a puerto, la planificación de las instancias evaluativas debe ser una cuestión pensada y para nada improvisada o dejada en manos de "lo bueno conocido". A propósito de esto, el famoso dicho "vuelve sobre tus pasos" viene absolutamente al caso porque en este punto se retoma lo ya visto en cursos anteriores respecto a invertir el orden canónico de las cosas para repensarlas. En esta instancia, específicamente, es hablar de planificación invertida para empezar a considerar una hoja de ruta que parta desde lo que deseo que mis estudiantes aprendan.


    Como se ve en el gráfico, el camino parte de los resultados de aprendizaje deseados, lo que me permitirá visualizar los criterios de evaluación de manera más eficaz. Además, pensar esos criterios como una vía comunicativa con mis estudiantes que, a fin de cuentas, serán los que a través de su autonomía corroboren sus actividades respecto a lo que se espera que aprendan. En palabras de Anijovich, focalizar en que los criterios de evaluación tienen que ser transparentes, públicos y compartidos.    

    En esta misma línea se adhieren las palabras de Anijovich y Cappelletti: si los alumnos conocen sus criterios podrán planificar su propio recorrido hasta llegar a los aprendizajes. Esta concepción concuerda con la devolución de mi tutor cuando me aclaró oportunamente que el enfoque del curso sobre las rúbricas y demás herramientas. Junto con una colega las considerábamos instrumentos de evaluación, si bien un entendimiento más asertivo sería verlas como asistentes de la evaluación y no instrumentos en sí mismos. 

    Finalmente y para trazar horizontes en búsqueda de futuras evidencias me dejo el siguiente cuestionamiento reflexivo... Cuánto tendremos que insistir como docentes respecto al uso de estos asistentes de la evaluación para que nuestros estudiantes también las consideren como guías indispensables en sus prácticas autónomas.






    

No hay comentarios:

Publicar un comentario